martes, 26 de abril de 2011

Resucitar dia a dia

 
26/04/2011 ISABEL Agüera
 
Es inenarrable el sentimiento que me embarga cada año cuando amanece el Domingo de Resurrección entre olores de azahar, celindas, lirios, flores nuevas, en definitiva, tras la fría y larga noche de Viernes Santo. Es algo así como si, izándome de la tierra, me elevara a la búsqueda de un eterno abrazo con el universo infinito. ¡Qué paz! ¡Qué amor! ¡Qué misterio! A veces casi exigimos pruebas a Dios para medio creer en El, y las hay, sólo que necesitamos, eso, elevarnos por encima de lo material para descubrirlas, porque están ahí, rodeando nuestro cuello como abrazo de apasionado amante, y están ahí, tan pegadas a nuestras vidas que ni siquiera las reconocemos. Sucede que nos cegamos en la inútil espera de sucesos extraordinarios que podamos interpretar como llovidos del cielo y en respuestas a nuestros divinos desafíos. Todo en torno mío duerme. Es la madrugada del Domingo de Resurrección, y una especie de plegaria me escucho en los adentros. Gracias, Dios, por haberme dado capacidad de renacer en los difíciles momentos de mi vida y así poder continuar contemplando las estrellas, la Osa Mayor, aquel "carro" que papá me señalaba en las negras noches del jardín de casa. Gracias por resucitar en mí cada mañana la capacidad de amar las mil cosas sencillas que descubro en los días. La vida no es fácil. Las más de las veces, una pesada y punzante cuesta arriba. De ahí que cada día vayamos muriendo un poco, pero de ahí, sobre todo, que cada día tengamos que beber, sorbo a sorbo, el divino elixir del amor y la esperanza, y resucitar, como resucita la primavera, como resucitan los pájaros cada año en sus nidos. Y termino con versos de un querido amigo R.M. Navarrete: Quiero que existas, Dios / porque si Tú existes en algún lado / se detendrá el reloj en la hora de siempre / y daremos de nuevo cuerda al corazón parado.
 
* Maestra y escritora
 
 
 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonitas palabras y que onírico parece todo si comparamos con la verdadera realidad del domingo de resurrección de este pueblo.
Los olores de azahar contrastan con los olores a basura dejada en diversas calles, el misterio evocado en tu narrativa no tiene que ver con la falta de educación de muchas personas y la mala organización de las hermandades.
Y la plegaria que escuchas en los adentros... ¿no será el júbilo alcoholizado de algunos jóvenes escandalosos con sus coches pasando bajo la ventana atronando el silencio con indescriptibles sonidos e incompresible volumen ensordecedor?
Perdona mi sarcasmo amiga, agradezco tus palabras y me gusta leerte pero esa madrugada de resurrección que apasionadamente describes, metafórica o no, no se corresponde con la de nuestro querido pueblo ni mucho menos.
Un abrazo Isabel y disculpa mi entrometimiento en tus palabras.

Anónimo dijo...

Qué bonitas palabras y que onírico parece todo si comparamos con la verdadera realidad del domingo de resurrección de este pueblo.
Los olores de azahar contrastan con los olores a basura dejada en diversas calles, el misterio evocado en tu narrativa no tiene que ver con la falta de educación de muchas personas y la mala organización de las hermandades en las rutas procesionales.
Y la plegaria que escuchas en los adentros... ¿no será el júbilo alcoholizado de algunos jóvenes escandalosos con sus coches pasando bajo la ventana atronando el silencio con indescriptibles sonidos e incompresible volumen ensordecedor?
Perdona mi sarcasmo amiga, agradezco tus palabras y me gusta leerte pero esa madrugada de resurrección que apasionadamente describes, metafórica o no, no se corresponde con la de nuestro querido pueblo ni mucho menos.
Un abrazo Isabel y disculpa mi entrometimiento en tus palabras.

Anónimo dijo...

Qué bonitas palabras y que onírico parece todo si comparamos con la verdadera realidad del domingo de resurrección de este pueblo.
Los olores de azahar contrastan con los olores a basura dejada en diversas calles, el misterio evocado en tu narrativa no tiene que ver con la falta de educación de muchas personas y la mala organización de las hermandades en las rutas procesionales.
Y la plegaria que escuchas en los adentros... ¿no será el júbilo alcoholizado de algunos jóvenes escandalosos con sus coches pasando bajo la ventana atronando el silencio con indescriptibles sonidos e incompresible volumen ensordecedor?
Perdona mi sarcasmo amiga, agradezco tus palabras y me gusta leerte pero esa madrugada de resurrección que apasionadamente describes, metafórica o no, no se corresponde con la de nuestro querido pueblo ni mucho menos.
Un abrazo Isabel y disculpa mi entrometimiento en tus palabras.

Isabel Aguera Espejo-Saavedra dijo...

Nada tengo que perdonar. Cada uno hace bien con conservar sus recuerdos y experiencias. No viví una infancia y juventud en buenos años para nada, pero, posiblemente, al notener nada, lo más pequeño festivo se nos antojaba gradioso. De todas formas para mí la resurrección sigue teniendo sentido: Todos los días hay que resucitar porque la vida nos van dando puñaladas, casi de muerte. Y si hay olor a azahar, mejor. ¿No te parece?