Después de varios días de que acabara esta Jornada Mundial de la Juventud 2011, me dispongo a hacer una valoración, por supuesto, positiva, sobre este gran acontecimiento, que ha sido la noticia protagonista en España durante estos pasados días.
Una JMJ cargada de actos y acontecimientos nunca antes vistos en otras jornadas, que han hecho de ella una gran expresión de fe a Cristo por parte de todos los jóvenes y de los no tan jóvenes de todo el mundo. Como decía el lema de la JMJ, «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe.» esto es lo que nos ha expresado la jornada con todos estos emotivos actos.
Empezando por la misa de inauguración, siguiendo por las catequesis de los obispos, los confesionarios del Retiro, la feria de las vocaciones, la llegada del Santo Padre a Madrid, la entrada del Papa en Madrid, el acto de bienvenida a los jóvenes presidido por el Papa en Cibeles, el acto de una luz a la noche, los encuentros del Papa en el Monasterio de El Escorial (tanto con religiosas jóvenes, como con profesores universitarios), el Vía Crucis, la misa para seminaristas en la Catedral de la Almudena, la visita del Papa a la Fundación Instituto San José, la Vigilia en Cuatro Vientos, y terminando con la misa de clausura de la JMJ, con el encuentro del Papa con voluntarios y por último con la despedida del Santo Padre en el Aeropuerto de Barajas; despedida en la que mencionó unas palabras que me gustaría destacar: «España es una gran nación que, en una convivencia sanamente abierta, plural y respetuosa, sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica». De forma que S.S. Benedicto XVI cree que así es como deben ser las cosas y creo que muchas personas también lo creemos, porque es bueno y necesario progresar, pero nunca renunciando a nuestras raíces, que son las que empezaron a construir esta gran nación a la que hace referencia el Santo Padre. Por eso siempre debemos mantener esas raíces porque forman parte de nuestro pasado, presente y futuro como cristianos.
Como conclusión quiero y espero que esta Jornada Mundial de la Juventud, la cual ha salido perfectamente bien, haya servido para que los jóvenes y la sociedad en general, tanto la española como la del resto del mundo, profese el amor que Cristo demostró hacia nosotros, y a la vez el respeto hacia todos porque sin estos dos pilares básicos una persona no es ni será persona en la vida. Además creo que estos objetivos se conseguirán, porque estas jornadas presididas por el Papa lo que traen es el bien, con el acercamiento a Cristo para la sociedad, pero especialmente hacia los jóvenes, que seremos los que tomaremos el relevo en este mundo.