viernes, 18 de noviembre de 2011

Carta de un objetor electoral a la sociedad

Adrián Vaíllo, miembro del Grup Antimilitarista Tortuga, explica por
qué declara su objeción de conciencia a formar parte de una mesa
electoral.
Martes.15 de noviembre de 2011

Me declaro objetor de conciencia para las próximas elecciones

Hola. Soy Adrián Vaíllo, un joven que ha sido llamado a formar parte,
como primer vocal, de una de las mesas electorales que se van a
organizar en Elche el próximo 20 de noviembre con motivo de la
celebración de elecciones generales. Ante tal orden, cuyo
incumplimiento pena el estado con "prisión de tres meses a un año o
multa de seis a veinticuatro meses", he decidido declarar mi OBJECIÓN
DE CONCIENCIA.

Lo primero que hice tras recibir la notificación de la administración
fue ponerme en contacto con las personas que forman parte de ella
para, aprovechando los cauces legales, comunicarles mi decisión. Mi
única intención era exponer, de igual a igual, los motivos que me
conducen a obrar así; es decir, hacer lo más parecido que podía a
dialogar y apelar a la conciencia de mis interlocutores para que
revocaran mi nombramiento o, al menos, debatir sobre sus motivos si
decidían no hacerlo. Sin embargo, lejos de conseguir nada parecido,
recibí un "no" inargumentado por respuesta, ratificando así mi
obligación de formar parte de la mesa y mostrando su nula voluntad de
solucionar el problema.

Es ahora, en este estado de la situación, cuando hago pública a la
sociedad mi objeción. Tres son los motivos que, fuertemente
entrelazados, me deciden a actuar como lo hago: la profunda convicción
de que no vivimos en un régimen democrático, la vigorosa idea de que
el bien no se puede imponer y, por último, lo que me queda de
conciencia libre, que me exhorta a actuar según mi ética y a denunciar
aquello que considero injusto.

Esto no es una democracia

Hace ya años que decidí no votar. Si enumerara los motivos que hay
para ello, no pararía: la desviación de dinero supuestamente público a
fines privados, la desigualdad social, las promesas electorales que
sistemáticamente se evaporan, las ingentes cantidades de euros
destinados a la represión y la muerte... Si aún así considerara que
vivimos en un sistema digno con imperfecciones subsanables, no dudaría
en participar en él y aportar mi granito de arena en mejorarlo, pero
no es este el caso. La corrupción del sistema no afecta a sus
accidentes, sino a su misma esencia; es decir, es intrínseca a él.

Apuesto sin reservas por la democracia; esto es, por la política hecha
en libertad entre iguales. Y mis iguales son todos los seres humanos.
Por ello, no puedo dejar de estar en desacuerdo con el actual sistema
político y electoral, no puedo dejar de ver a los políticos
profesionales como usurpadores de la libertad de las personas y no
puedo dejar de pensar que en democracia nadie renuncia a decidir sobre
los asuntos que le afectan porque deposite un voto cada cuatro años. A
esto debemos sumar que muchas de las personas que forman parte del
poderoso tándem estado-capital y que, por tanto, tienen poder de
decisión sobre nosotros, ni siquiera concurren a las elecciones, lo
cual nos debe hacer meditar sobre la mentira política que vivimos.

Pero no acaba todo aquí: con capitalismo no puede haber democracia. En
el actual mundo laboral el propietario lo es, teóricamente, solo de
las cosas, pero este hecho le otorga la potestad de dominar a otros
seres humanos. De este modo, se crea una relación de desigualdad entre
las personas y se anula la capacidad de decisión de los trabajadores
sobre los métodos y la finalidad de su labor; por lo tanto, en un
asunto tan influyente en nuestra cotidianeidad como el trabajo nos
limitamos a acatar lo que se decide por nosotros.

Frente a las elecciones promovidas por el estado, me uno a quienes
proponen la formación de una red horizontal de asambleas libres y la
toma de decisiones por consenso, la cual promueve la reflexión y la
dilucidación colectiva y mutua sin la que no puede existir la
democracia. Esta apuesta se basa en la confianza en la capacidad de
los seres humanos de autoorganizarse para tomar las riendas de su
propio destino.

Frente al capitalismo, apuesto por la autogestión y una economía
basada en los principios de colaboración y apoyo mutuo, ajena a las
jerarquías, que fomente el desarrollo de las capacidades de cada
persona, que haga a todo el mundo participe de su finalidad y que no
sojuzgue la libertad de nadie.

Solo a una sociedad que se rija por estos principios podré
considerarla, aunque imperfecta, democrática.

El bien no se puede imponer

Llama profundamente la atención que un régimen defendido por quienes
aprovechan la menor oportunidad para pronunciar la palabra "libertad",
tenga en esta uno de sus blancos principales.

Sorprende que tantos derechos proclamados a los cuatro vientos por el
estado puedan ser suspendidos si se declara un estado de alarma,
excepción o sitio, y ya hemos visto que esto ocurre. Así queda claro
que, cuando interesa al poder, nuestras libertades no son más que
papel mojado y que para que así sea acechan el ejército y la policía.
Sin embargo, las imposiciones y prohibiciones no se dan solamente en
circunstancias tan extraordinarias, pues están a la orden del día.

Resulta irónico que para montar su "fiesta de la democracia" el estado
precise de exigir servicios personales por la fuerza a sus dominados,
como un señor feudal a sus vasallos. ¿Tan poco apoyo tiene que entre
las 500 y 2 000 personas censadas en cada mesa electoral no salen los
pocos voluntarios necesarios para formarlas? Pues parece que no, y no
es de extrañar, pues sus formas falsamente democráticas y sus
coacciones tienen como resultado en la sociedad un buscado desinterés
y apatía por lo público que se soluciona con nuevas constricciones
cuando es necesario.

Así, el sistema prescinde de los lazos políticos, económicos, sociales
y emociales que la asamblea, la autogestión y el apoyo mutuo fomentan
y que hacen de la generosidad y el amor, y no de la sanción, el
verdadero motor de la vida en común. Este es el primer paso que puede
convertir a una sociedad en bondadosa, pues el bien, lejos de poder
ser impuesto, nace siempre de la profunda convicción interior, y esta
solo es posible si existe la libertad de conciencia.

La libertad de conciencia

La libertad de conciencia es la primera condición sobre la que se debe
asentar la democracia, pues sin ella no puede existir. Si no
desarrollamos la capacidad para elegir nuestras acciones, si no
reflexionamos sin coacción antes de hacer, si no razonamos y sentimos
lo bueno y lo malo, nunca podremos decir que obramos según nuestra
voluntad.

El estado y el capital buscan, constantemente, anular el desarrollo de
esta capacidad humana. Continuamente se nos transmiten desde los
grandes medios de comunicación del poder los valores que benefician al
sistema: fuertes deseos de riqueza y ascenso social, competitividad,
los beneficios de una vida tranquila y despreocupada, el valor del
trabajo como simple generador de recursos, un feroz consumismo... El
problema no está en que quienes defiendan esta manera de entender la
vida puedan hacerlo, el problema está en que estas ideas copan la
mayoría de la información que recibe la gente y son presentadas
mediante el lenguaje falsamente inocente, pero realmente manipulador,
de la publicidad.

En una sociedad que respetara la libertad de conciencia se debería
promover el debate en igualdad de condiciones para todas las visiones.
Solamente así cada cual puede desarrollar unos valores y un criterio
propio conforme al cual actuar.

Por otro lado, el actual sistema legisla todos los aspectos de la vida
que es capaz. Así, por un lado, las personas evitan tener que cavilar
sobre sus acciones, pues la ley ya les dice lo que deben hacer; y por
el otro, si alguien desobedece libremente y según su conciencia la
legislación, sentirá golpear sobre su cabeza el martillo de la
represión. De este modo, el estado controla, no ya sólo la libertad de
conciencia, sino la posibilidad de ponerla en práctica. Ello explica
que la administración haya respondido a mis motivaciones éticas con un
frío y solitario "no". Por supuesto, este es solo un pequeño ejemplo
de coacción, menor que tantos de los que ocurren a diario.

Por todo lo expuesto arriba, expreso mi total rechazo a un sistema
político, económico y social profundamente injusto e inhumano, así
como a la farsa electoral que ayuda a sustentarlo; como consecuencia
de lo cual, no puedo hacer otra cosa que no participar en las próximas
elecciones ni como elector ni como vocal en una mesa.

Henry D. Thoreau lo vio claro: "Lo deseable no es cultivar el respeto
por la ley, sino por la justicia". Luego añade: "¿Cómo puede estar
satisfecho un hombre por el mero hecho de tener una opinión y quedarse
tranquilo con ella?" De este pensamiento, en definitiva, procede mi
modo de obrar.

No pretendo buscar trampas ni trucos que me eximan de acatar esta
orden; por supuesto, tampoco tengo la intención de causar ningún
trastorno a quien decida votar. Por todo ello he tratado de ponerme en
contacto con la administración y comunicarle mi decisión firme.

Este es, sencillamente, un acto de denuncia de una situación injusta
y, como tal, anda por el mismo sendero que transitaron y transitarán
quienes tomaron decisiones similares y quienes lo harán en el futuro.
Es una simple decisión que me hace rechazar colaborar con aquello que
asfixia algunas de las expresiones más privadas y profundas de mi
humanidad: mi conciencia y mi libertad.

En definitiva, no hago nada más que participar en la filosofía y la
práctica que tanta gente ha compartido conmigo con ilusión y cariño:
la de la desobediencia civil y la noviolencia. Con ello busco
interpelar —nunca imponer— a las personas para que, entre todos los
seres humanos, podamos construir una sociedad basada en una
organización y valores realmente democráticos y solidarios. Es por
ello que animo a quien su conciencia se lo pida a que se sume a esta
practica política. Únicamente colaborando y sumando esfuerzos podremos
cambiar las cosas.

Todo mi afecto a quien haya dedicado un ratito de su vida a leer estas palabras.

Un abrazo para todo el mundo.

Adrián Manuel Vaíllo Garri, miembro del Grup Antimilitarista Tortuga

Elche, a 14 de noviembre de 2011

http://www.nodo50.org/tortuga/Carta-de-un-objetor-electoral-a-la

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