martes, 31 de mayo de 2011

Campañas bien llevadas

01/06/2011 ISABEL AG ERA

Muchas veces he repetido cómo en mis largos años de trabajo presencial
en las aulas he aprendido de los alumnos mucho más de lo que pueda
haberles enseñado. Y eso es así y lo será siempre, si sabemos estar
atentos a cuantos mensajes nos están comunicando, tanto con sus
palabras como con sus silencios. Y una vez más, una simple anécdota
desata mis reflexiones, que quiero traducir en palabras. Ocho de la
tarde. Mis nietos en desbandada asaltan mi piso. De pronto quedan como
paralizados y con la vista clavada en un decorativo cenicero donde
quedan restos de ceniza y una colilla que, la asistenta, tras
apagarla, ha dejado olvidada. Y a coro, la tropa me lanza una
fulminante pregunta: ¿Abuela, tú fumas? Sobran explicaciones pero,
ante el cenicero, la angustiosa pregunta de mis nietos bien merece una
reflexión. Es evidente que estos niños nacieron, crecieron y se
educaron antitabaco. Conocen los peligros que corren los fumadores y
detectan, temen el olor de un cigarro. Está claro que las campañas
bien llevadas y asumidas por los educadores de forma adecuada, dan
excelentes resultados, pero yo hoy me hago una pregunta a la vista del
espectáculo que, por ejemplo, esta Semana Santa, presencié en una
procesión: Pandillas de chicos, con no más de trece años, literalmente
borrachos, algo que se ha convertido en la mejor diversión y en lo más
normal del mundo. Y lo difícil, cuando ya una práctica adquiere la
categoría de hábito, es la prohibición, que siempre es el recurso más
facilón y más a mano. Para mí, prohibir, en la mayoría de los casos, y
la experiencia me avala, equivale a fomentar. Se precisan, urgen,
padres, maestros, instituciones, que, desde los primeros años, eduquen
en la cultura de los grandes peligros del alcohol, ya que será muy
tarde cuando nos lamentemos y hagamos frente a sus consecuencias, tan
graves, o más, como las del tabaco.

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