jueves, 16 de diciembre de 2010

Yo soy maestra y punto

08/12/2010 ISABEL AGÜERA

Sin reparos y a boca llena lo repetían dos maestros de toda la vida.
¡Ya está bien de llamarnos maestros; somos profesores! Ni una palabra
que quitar o poner. Sencillamente, algo así como un sentimiento de
pena. Es innegable que para muchos maestros, la palabra profesor es,
en el terreno titulesco, como de más alto ´standing´, ya que
confesarse maestros a secas resulta un término menor o como una
evocación nostálgica a manidas batas blancas, canturreos, pizarras,
etc. ancestrales. ¡Bravo, bravísimo! ¡Así se habla! ¡Son ustedes unos
señores profesores! Pero no queda ahí la cosa sino que una linda
estudiante me escribe y me dice textualmente: Soy alumna de la
Facultad de Ciencias de la Educación en la que me gradúo para
profesora de Educación Infantil, etc. Y, claro, interiormente,
traduzco: estudia para maestra. ¡Vueltas y más vueltas para evitar una
de las palabras más hermosas que existen: maestro/a!

Y es que, sobre todo de cara a muchos jóvenes, la palabra maestro va
de la mano de una serie de desvaluaciones sociales que se corresponden
con la cultura, economía, sociedad de tiempos pasados pero que ni tan
siquiera entonces dejaba de ser, no solo una vocación, que para muchos
era sinónima de apostolado religioso, sino que siempre ha sido y será
un arte, una facultad, una compleja profesión en la que el mayor bien
de los seres humanos pasa por sus manos: el futuro.

Educar es como tallar un alma, buscando que en ella resplandezca la
belleza en todo su magnificencia, y para ello se precisa, mucho
trabajo, gran inteligencia, creatividad, paciencia, formación y un
gran amor.

Un maestro de la escultura, me dedicó una preciosa talla en madera que
tituló, Madre y Maestra. Creo que no hay dúo de palabras más perfecto
y bello. Por eso luce en lugar preferente de mi casa y por eso,
profesionalmente, me defino como maestra y punto.

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