lunes, 22 de noviembre de 2010

Un idioma universal

23/11/2010 ISABEL Agüera

Cuenta la historia que en los tiempos de María Castaña (quién sería la
señora) mandatarios del mundo se dieron cita para consensuar un idioma
universal de forma que la lengua no fuera barrera entre pueblos.
Sucedió que, cuando estaban en plena jornada, irrumpió en la sala una
anciana con un ramo de rosas que, silenciosamente, colocó sobre una
mesa. ¡Viejas chocheando! --exclamaron--. Más tarde, entró un niño
cabalgando sobre un palo y repitiendo: ¡Arre, caballito! Los
mandatarios, con despreció clamaron: ¡Niños mal educados! Cuando llegó
la hora del refrigerio, lo sirvió un joven ataviado a lo punki.
Encolerizados, gritaron: ¡Jóvenes delincuentes! Una vez terminada la
sesión de trabajo y con brillantes conclusiones en la mano, se
despedían en la explanada de un gran jardín. De repente, un pacífico
perro se les acercó, husmeando sus zapatos. Uno de los ilustres con
una patada lo espantó, al tiempo que exclamaba: ¡Chuchos callejeros!
El idioma universal, sin duda, estaba inventado: La lengua, sí, era lo
importante. Pero la María Castaña, esa, termina contando que los
pueblos siguieron sin entenderse por los siglos de los siglos. Y
resulta que existe un idioma que, hablándolo todos, nos entenderíamos
de maravilla. Sí, lo adivinaron: el idioma del amor, amor que se puede
traducir en palabras, gestos, miradas, sonrisas, lágrimas... ¡Qué
belleza de idioma y qué universalidad! ¿Qué ser humano del mundo no
entiende un beso, una caricia...? El idioma del corazón es universal,
pero las palabras que precisa, hoy, para ser entendido con urgencia,
deben ser revestidas de solidaridad, tolerancia, empatía... hacia la
infancia, los ancianos, los jóvenes, los pobres, la naturaleza... ¡Eso
sí que es idioma de una vez y no los zipizapes que nos traemos a
cuenta de las lenguas! ¡Ah! Y que no se olvide el andaluz que también
tiene lengua. Y colorín, colorado...

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